Hay una bruja en mí y la reivindico. Estoy agradecida a mis hermanas, a todas. También a aquellas con las que no comparto formas ni lenguaje y, a veces, ni siquiera mensaje. Las admiro por su determinación y valentía; porque se alzaron –y se alzan- contra quienes no quisieron mirarlas en toda su potencialidad y -por qué no- en toda su magia; porque supieron ver la fuerza en la suma de mujeres que comparten historia, objetivos y destino.
La quema de brujas fue el feminicidio institucionalizado más grande de la historia. Este lamentable y largo episodio tuvo una gran importancia a la hora de entender el papel de la mujer en la sociedad actual. Las brujas fueron mujeres que dieron un paso al frente por su liberación, alejándose del modelo establecido y desafiando la estructura de poder patriarcal.
Aquellas valientes aportaron, además de su coraje, un valor incalculable al feminismo: la hermandad; la convicción de que para ser fuertes es necesario tejer redes con otras mujeres. Ése es el secreto para resistir y avanzar. Las brujas eran poderosas, transgresoras, dueñas de su vida y creencias; buscaban la sabiduría dentro de sí mismas y la compartían con sus hermanas brujas
Aunque la definición de bruja lleva, aún hoy, incorporado el estigma de “mala mujer”, somos muchas las mujeres que reivindicamos la trascendencia de las brujas y su determinación en la lucha por el cambio social.
«¡Pasa la palabra, hermana!»
“Si eres mujer y te atreves a mirar dentro de ti, eres bruja”
El sendero mágico
El sendero mágico